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Aries - Una porción de fuego en nuestras vidas.

  • Foto del escritor: Andrea Alonso Amorín
    Andrea Alonso Amorín
  • 22 mar 2017
  • 1 Min. de lectura

Cuando el hombre descubrió el modo de manipular el fuego logró acceder a mejores condiciones de vida; usó fascinado su "Calor" para fabricar, hacer "Alquimia", transformar los elementos, cambiar sus estados, separar, unir, mezclar… Crear.

Claro que tal descubrimiento agregó a la admiración un largo y permanente aprendizaje de moderación, ya que el fuego todo lo crea y todo lo destruye. No por nada se asocia el fuego y su exceso de calor al temperamento colérico, a la irritabilidad que sus emanaciones pueden provocar, al aumento de pulsaciones que produce un corazón acelerado cuando el ánimo se altera, taquicardia que expresa una gran excitación. Por eso, si tengo mucho fuego y no encuentro el canal adecuado para transformar en el afuera, corro el riesgo de quemarme dentro, puede producirse una "Implosión" que solo traiga desequilibrio físico que se exprese en brotes, en enfermedades o alteraciones anímicas, angustia, agresión, impulsividad; o trastornos mentales en los que me encuentre ansiosa, desbordante de "Ideas" que fluyen unas tras otras pero a una velocidad inalcanzable, que me arrastren a conductas por demás "Avasallantes"; que pierda la noción de "Tiempo" como contínuum y sólo pueda ubicarme en el AHORA, YA, perdiendo capacidad de espera, por lo que todo será espontáneo, ya que no habrá oportunidad temporal de especulación, a favor ni en contra. Y esto no es otra cosa que la pérdida de la posibilidad de construir que, justamente la moderación de la llama nos posibilita.


 
 
 

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