Juega al Juego de las Vidas
- Andrea Alonso Amorín
- 28 sept 2017
- 4 Min. de lectura

Muchos de nosotros al mirar atrás y observar el desarrollo de nuestra obra de teatro, nuestro drama personal, podemos ver con claridad que nuestra vida se divide en varias vidas. No tiene que ver con los ciclos comunes a todos, sino con nuestra experiencia particular. Puede haber distintas y múltiples razones por las que algunos sentimos haber tenido varias vidas, y esto es independiente de nuestra edad cronológica.
Lo que sí es común es esa sensación de no saber qué tipo de terrenos estamos pisando, mientras nuestras propias elecciones, las de los otros o las circunstancias que nos suceden, nos invitan a salir de nuestra vida ordinaria y pasar a otra vida.
Podemos imaginar que entre una vida y otra siempre hay una encrucijada que nos detiene en un "umbral", un freno que nos permite indagar y explorar.
Estar ahí es permanecer en un estado donde perdimos nuestra orientación, donde nuestra sensibilidad aumenta y nos permite detectar y hacer consciente nuestra necesidad de cambio. Hay que saber soportar que muchas veces esto viene acompañado del sentimiento del sin-sentido, otras veces nos mantenemos observando fenómenos que no logramos comprender y que creemos que no tienen nada que ver con nosotros. Otras veces sentimos que afloran emociones que requieren nuevas respuestas a nuestro entorno. Es como no estar ni de un lado ni de otro, ni dentro ni fuera.
"Liminaridad" es una palabra (derivada del latín Limen: entrada o umbral) que describe una fase en que la vida conocida es vieja y ya no nos sirve y la nueva se nos aparece como un gran vacío. Ese momento en el que pensamos "¿qué estoy haciendo con mi vida?" es lo que l@s antropólog@s llaman liminaridad o fase liminal. Se trata del período entre uno y otro estado, el limbo durante el cual las personas han abandonado un lugar o estado pero aún no se han unido al siguiente. Éste es un espacio libre donde no sucede nada y que genera incertidumbre, angustia, ansiedad y hasta silencio, pero a la vez es el espacio que posibilita el cambio, donde tenemos la posibilidad de que suceda todo. Frente a lo desconocido aparece la sensación de amenaza y se enciende dentro de nosotros la luz roja de "Peligro", tenemos miedo de no poder crear una nueva vida y nos olvidamos de que crear, siempre incluye arriesgar. Estamos en una "Transición", un proceso de cambio a una nueva forma de ver el mundo.
Nuestro actor Mercurio a través de su fluidez y movimiento, nos ayuda a tomar distancia e intentar mirar con objetividad lo que está sucediendo. Nos invita a confiar en que podremos hallar un nuevo significado y elevarnos sobre nuestra propia frontera, para establecer una nueva. Aquí, una vez más, es necesario saber que estamos equipados por nuestro guerrero Marte, quien cuenta con la fuerza para que nuestro Sol pueda realizar su propio potencial y expresar nuestra individualidad. Coraje, osadía, impulso, es lo que necesitamos para cruzar la puerta.
Una vez que iniciamos "el camino de transición" -citando a Enric Corbera- comienza el arte de desaprender, porque es necesario romper las cadenas y soltar las amarras que se encuentran en nuestra mente, dejar nuestras adicciones emocionales, nuestros sentimientos de des-validez, nuestra fidelidad para cumplir las expectativas de otros, nuestras culpas y temor de abandonar lo conocido para continuar el camino.
Romper los viejos libretos, olvidar las recetas conocidas, mayormente heredadas, porque arribamos a un mundo que tiene infinidad de acuerdos en los que nosotros no hemos participado pero ahí están! y crecemos sin siquiera cuestionarlos. Habitan en nuestra mente y deforman nuestros pensamientos impidiéndonos encontrarnos con nuestras verdaderas emociones: esas que nos detuvieron en el umbral. Es bien difícil tomar la decisión cada vez que hay algo dentro de nosotros que nos incomoda.
"Pero en un mundo dedicado a la distracción" recuerda Rimpoché "el silencio y la quietud nos aterrorizan y nos protegemos por medio del ruido y las ocupaciones frenéticas. Contemplar la naturaleza de nuestra mente es lo último que nos atreveríamos a hacer. Algunas veces pienso que no queremos plantearnos realmente ninguna pregunta acerca de quiénes somos, por miedo a descubrir que existe otra realidad distinta a ésta. A veces, aunque la puerta de la celda esté abierta de par en par, el preso no quiere escapar."
Pasar de una vida a otra, es un juego del que participamos todos en esta tierra, nos hayamos dado cuenta o no de ello…
Lo que nos diferencia es, seguramente, cuanto tiempo permanecemos en el umbral resistiendo al nuevo camino, aunque quien ordena el plan de nuestra existencia nos empuje desde dentro o desde fuera por algún motivo. Para poder sentirnos libres de verdad, debemos animarnos a aprender y acceder a esos nuevos guiones, que escriben nuevos argumentos, que cuentan con nuevas creencias para actuar en nuestra cotidianeidad. Mezclando y fundiendo en nuestro interior lograremos nuestras propias alquimias, para llegar a esa nueva orilla que llamamos otra vida y dejar atrás aquella “Antigua Vida Mía” - usando el título de la novela de Marcela Serrano.
Una herramienta válida para ayudarnos en los momentos en que nos encontramos en un nuevo Umbral es la lectura de los tránsitos de los planetas sobre nuestra carta natal. La misma puede funcionar como una especie de brújula que nos orienta para atravesar el camino mejor equipados, reconociendo nuestros propios recursos.
Personalmente yo ofrezco un espacio de "Astro-Arte-Análisis".
En él se hace uso del paquete energético disponible en el cielo en cada momento, analizando el movimiento de los astros, hilando más finito, buceando en nuestro interior, utilizando diferentes recursos expresivos (psicodrama, pintura, collage, reciclaje y algunos lenguajes simbólicos como el Tarot), intentando dilucidar obstáculos y realizar propuestas para abordarlos y transformarlos en herramientas de aprendizaje - no solo mentales, sino básicamente emocionales - para poder salir del umbral y animarte a hacer movimientos.
Foto: Cristina Cabaountous
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